Reformarse o morir: Reformas y Reformismos en el Mundo Hispano de los Primeros Borbones
Tras una larga carrera en los reales ejércitos, particularmente en la guardia de corps del rey Felipe V, Antonio Benavides fue designado gobernador de Florida en 1718. Durante dieciséis años, este funcionario de la monarquía española transformó el sistema defensivo de la provincia, mejorando las fortificaciones de San Agustín y San Luis (Tallahassee), y perfeccionando tanto la organización defensiva, como el entrenamiento de las unidades militares del territorio. Sus fructíferas negociaciones con poblaciones amerindias como los Apalaches, Muscogui y Yamasi, encaminadas a obstaculizar la expansión inglesa desde Georgia, le granjearon dos prórrogas en la gobernación. Más tarde Benavides fue promovido a gobernador de Veracruz (1734-43), y finalmente a gobernador de Yucatán (1743-1751), en una época marcada por las confrontaciones hispano-británicas en el Caribe. Tras su regreso a Europa, la Corna le ofreció la capitanía general de Canarias. Pero Benavides recusó el puesto, optando por el retiro en el archipiélago, donde pasó el resto de sus días en el entonces Hospital de los Desamparados, actual Museo de Naturaleza y Arqueología (MUNA) de Santa Cruz de Tenerife.[1]
La primera mitad del siglo XVIII, y especialmente los reinados de Felipe V (1715-1746), fueron una época de cambios políticos para el mundo hispano. El final de la dinastía de los Habsburgo marcó el comienzo de una serie de transformaciones en la cultura política de la monarquía, las cuales conllevaron modificaciones estructurales y la reformulación de las relaciones entre el monarca y sus súbditos.[2] Nuevas ideas políticas y sociales permearon el entramado político español, mudando paulatinamente la ‘monarquía compuesta’ por una ‘monarquía administrativa’.[3] En esta transformación se vieron implicados tanto ministros y otros personajes de alta política, como funcionarios menos encumbrados, encargados de implementar transformaciones a un nivel local, regional e imperial. Entre estos últimos se encontraban funcionarios itinerantes, como Benavides, cuyas carreras se desarrollaron en múltiples espacios imperiales. ¿Quiénes fueron estos funcionarios?, ¿cuál fue su papel en la reforma del imperio?, y más importante aún ¿cómo contribuyeron a reformular el mundo hispano a comienzos del siglo XVIII?
El principal objetivo de este blog es responder a estas preguntas, buscando dotar al reformismo de los primeros Borbones de un enfoque más personal, inclusivo y diversificado. En entradas sucesivas ahondaremos en cómo diversos funcionarios itinerantes y sus ideas, configuraron, conectaron y transformaron el mundo hispano durante la primera mitad del siglo XVIII. Este proceso que encuentra símiles y paralelos en otros imperios del dieciocho, como el otomano o el mogol, cuyos reformismos también respondieron a nociones de modernidad divergentes del reformismo inglés o francés, así como a una gran diversidad de agentes e ideas.[4] En el caso hispano, las ideas y aproximaciones reformistas estuvieron caracterizadas por la heterogeneidad, siendo en muchas ocasiones contradictorias. En cualquier caso, todas ellas configuraron la reformulación del imperio español, el cual se caracterizaba ya de por sí por su fragmentación político-administrativa. En línea con esa diversidad de ideas y personajes, nuestra primera publicación está dedicada a reflexionar sobre la diversidad de significados que la idea de ‘reforma’ tuvo en el mundo hispano de los primeros Borbones, destacando el papel que los funcionarios itinerantes, como Benavides, tuvieron en este complejo proceso denominado reformismo borbónico.
Trayectorias de Reforma
La desproporcionada caricaturización de Felipe V y su complicada salud mental en el cine y la televisión han distorsionado nuestra imagen del periodo, restando importancia a las, a veces contradictorias, transformaciones políticas, económicas y militares que lo caracterizaron.[5] Por ejemplo, los virreinatos de la Corona de Aragón se suprimieron, mientras que se reforzó la autoridad virreinal en las Américas, donde además se creó un tercer virreinato en la Nueva Granada.[6] Las instituciones que tradicionalmente habían estructurado el comercio hispano-atlántico, como la Casa de la Contratación, fueron transformadas o marginalizadas, en tanto se intentó establecer nuevas compañías comerciales privilegiadas (Honduras 1714, Caracas 1728, La Habana 1740, etc.). Paralelamente, las reformas del ejercito buscaron optimizar y profesionalizar las fuerzas armadas. Así pues, contrariamente a la imagen popular del reinado de Felipe V, ni el mundo hispano se redujo a una corte de excesos, ni éste fue una unidad política homogénea. Al aproximarnos a las reformas borbónicas desde las experiencias de funcionarios como Benavides, se desvela un complejo mundo de interconexiones y procesos reformistas. En este sentido, si en Madrid se pensaron e implementaron proyectos de reforma, estas reformas también fueron ideadas, negociadas y desarrolladas por funcionarios destinados a remansos tan distantes como la Florida de Benavides.
Vista de San Augustín. John Ogilby. 1671 America: Being the Latest, and Most Accurate Description of the New World.
La trayectoria vital y acciones reformistas de Benavides no fueron ni excepcionales, ni secundarias. Sin embargo, la atención prestada por la historiografía a los funcionarios itinerantes ha sido limitada; sus vidas y movilidad requieren aún de un análisis detallado y pormenorizado que nos permita entender las ‘reformas borbónicas’ en toda su complejidad: esto es, como una serie de políticas que buscaban racionalizar y/o remodelar las estructuras de poder de la monarquía española. Solemos tender a definir las reformas borbónicas bien como un programa político uniforme que transformó el ejército, el fisco y la administración, bien como un conjunto de medidas ad-hoc, fruto de las necesidades de la guerra. Pero ¿existió una única definición y justificación de las reformas entre los distintos individuos que participaron en su diseño e implementación? ¿Se trató de un solo grupo reformista, con una agenda coherente, o deberíamos hablar de varios círculos reformistas, con agendas contradictorias y chocantes?
En inglés, la palabra reform viene asociada a una idea de mejora paulatina del sistema, o una transformación moderada. Frecuentemente tras dicha definición, el reformismo queda asociado a políticas conservadoras o antirrevolucionarias. En este sentido, las nociones anglosajonas sobre el reformismo como un sistema de transformaciones descafeinadas se contraponen a los cambios políticos radicales asociados a la noción de revolución. El análisis de los procesos de transformación de las ‘monarquías despóticas’ del siglo XVIII, tales como la española y la portuguesa o el sultanato otomano, ha sido frecuentemente realizado desde esta perspectiva anglófona. Por ende, tienden a resaltar el tradicionalismo estatal y la incapacidad de ‘modernizarse’ de los imperios ibéricos, sin analizar la complejidad social e ideológica que subyace tras dichos procesos.
En las últimas décadas ha surgido un creciente número de estudios que contesta esta visión homogénea y universalista de la ‘modernidad’ asociada a los procesos de transformación política del siglo XVIII. Los estudios del reformismo político musulmán han remarcado la necesidad de analizar los elementos lingüísticos y religiosos implícitos en las narrativas reformistas. [7] En el caso hispano, los estudios histórico-lingüísticos han remarcado la importancia de analizar los términos prominentes en la literatura de la época, como decadencia o práctica, así como su uso por grupos sociales y redes de intereses concretas.[8]
El hombre practico o discursos varios sobre su conocimiento y enseñanzas que escrivia D. F. de L. R. y C. C. de F. [Francisco de los Rios y Cordova. Conde de Fernan Nuñez] Bruselas, 1686.
El siglo XVIII fue una época de transformaciones a escala mundial, marcada por la heterogeneidad de ideas sobre cómo transformar los sistemas políticos existentes. En el caso español, la aparición y popularización de nuevas nociones políticas y sociales dio lugar a una gran diversidad de propuestas reformistas, así como a importantes pugnas interpretativas sobre qué y cómo reformar el mundo hispano. Así pues, el primer reformismo borbónico abarcó desde discursos regeneracionistas basados en el regreso al purismo confesional de la monarquía, defendidos por personalidades como el patriarca de las Indias Occidentales Pedro Portocarrero y Guzmán o el cardenal Luis Belluga y Moncada; hasta discursos racionalistas basados en la reformulación y transformación de las instituciones de la monarquía, siendo sus mayores exponentes Melchor de Macanaz y el grupo de intelectuales conocidos como novatores. En esta multiplicidad de enfoques reformistas también existió un discurso militarista basado en la restauración de la hegemonía militar española, apoyado por los ministros más cercanos al rey, así como por un nuevo grupo de oficiales militares ‘profesionales’ que sirvieron al rey en las campañas de la guerra de sucesión. Felipe V se apropió de esta imagen guerrera, presentándose como un rey belicista a lo largo de sus dos reinados, a la par que colocó a dichos oficiales militares en cargos de gobierno locales y provinciales con el fin de consolidar su poder en diferentes partes del imperio; tal fue el caso de Benavides y de otro funcionario itinerante: Alberto Bertodano.[9]
Bertodano había sido soldado en las guerras en Flandes, donde perdió un brazo, y en 1707 fue designado gobernador de Cumaná, en el noreste de la actual Venezuela. Allí pasó cinco años de su vida, destacándose por su pericia militar y labor de capacitación de los destacamentos veteranos y de milicias. Fue también durante este tiempo que reparó y modernizó las fortalezas de Cumaná y de Araya, teniendo en cuenta no solo consideraciones tácticas, sino también el bienestar de las tropas. Los esfuerzos de Bertodano en Cumaná le granjearon una promoción como gobernador interino de Caracas (1715-16) y de Puerto Rico (1716-1720), y más tarde como gobernador titular de Cartagena de Indias (1720-1724), donde se afincó y acabó sus días.
Los desvelos de Benavides y Bertodano por las reparaciones y formación de las fuerzas militares en las Américas evidencian una línea militarista y localizada del reformismo borbónico. Ésta giraba entorno a una reformulación y refuerzo de la autoridad regia y su manifestación a nivel local a través del nombramiento de funcionarios de extracción militar. La práctica, o conocimiento práctico de Benavides y Bertodano en los diferentes lugares donde vivieron y desarrollaron sus labores gubernativas configuraron sus nociones de en qué consistía el reformismo, y qué requería ser reformado. Como fue el caso para otros imperios, el reformismo de los primeros borbones estuvo determinado por una pluralidad de interpretaciones. Algunas enfatizaron elementos de innovación, es decir la introducción de nuevas ideas y prácticas. Otras remarcaron la necesidad de regenerar las dinámicas e instituciones en ‘decadencia’. Y aún otras animaron procesos de emulación de valores e ideas aplicadas en otros imperios.[10] En cualquier caso, esta heterogeneidad de ideas y prácticas reformistas configuró un complejo proceso de transformación social y política del mundo hispano.
Vidas Cruzadas
Este blog presenta algunos de los resultados de nuestro proyecto de investigación sobre las vidas y carreras de tres funcionarios itinerantes: Alberto Bertodano y Navarro (Tudela 1660 – Cartagena de Indias ca. 1736); Antonio Benavides (La Matanza de Acentejo 1678 – Tenerife 1763); y Antonio José Álvarez de Abreu (Santa Cruz de la Palma 1688 – Madrid 1759). Sus trayectorias vitales, así como sus acciones reformistas, se cruzaron en múltiples momentos, lugares y formas. Tuvieron orígenes y experiencias parecidas, compartieron lugares y honores, y sus estrategias familiares estuvieron conectadas o, al menos, reflejan paralelismos. Los tres se caracterizaron por su movilidad trans-Atlántica, así como por articular redes sociales a un nivel local, imperial y transimperial. A lo largo de esta entrada hemos ido aproximándonos a las experiencias de Antonio Benavides y Alberto Bertodano, subrayando los paralelos en sus prácticas y currículo militar. La trayectoria reformista de Antonio José Álvarez de Abreu difiere de las anteriores, pues no tuvo un perfil militar sino de jurista. Sin embargo, sus orígenes y experiencias se cruzaron repetidamente con los de los dos anteriores.
Álvarez de Abreu compartió con Benavides unos orígenes canarios, así como el desarrollo de los primeros pasos de su carrera en la península ibérica durante los primeros años del reinado de Felipe V. Como Bertodano, Benavides comenzó su carrera militar en Flandes antes de participar en la Guerra de Sucesión Española. Se desempeñó en múltiples frentes, de Portugal a Cataluña, y estuvo presente en batallas clave como Zaragoza y Villaviciosa. La participación de Bertodano, en cambio se concentró en las campañas de Andalucía, particularmente el rechazo del desembarco inglés en Puerto de Santa María. Mientras tanto Álvarez de Abreu culminó sus estudios universitarios en Salamanca y Alcalá y se desempeñó como abogado en Madrid.
Como gobernadores provinciales en las Américas, Bertodano y Benavides enfrentaron retos y oportunidades similares. Más allá de las reformas militares que llevaron a cabo, ambos estuvieron involucrados en la implementación de reformas fiscales y comerciales en el mundo hispanoamericano. El comercio transimperial, técnicamente ilegal, fue crucial para la supervivencia del mundo hispano. En Cumaná y Caracas Bertodano estuvo íntimamente conectado al comercio con Curazao y Martinica; más tarde, como gobernador de Cartagena de Indias, fue acusado de tratos sospechosos con los agentes británicos del asiento. Benavides tampoco fue ajeno al comercio británico: éste fue una de las principales fuentes de sustento de la Florida, y una presencia importante en Veracruz y Yucatán. Por otra parte, el comercio trans-Atlántico también fue central en la trayectoria vital de Álvarez de Abreu, desde su nombramiento como juez conservador de la Compañía de Honduras en Caracas, hasta su labor como oidor de la Casa de Contratación en Cádiz y, más tarde, como ministro del Consejo de Indias en Madrid. Bertodano y Álvarez de Abreu se embarcaron juntos hacia Caracas en 1716 y, una vez ahí, se vieron imbricados en las confrontaciones entre la élite local y la Compañía de Honduras. Años después, Álvarez de Abreu jugó un papel central en la creación y consolidación de la Compañía Guipuzcoana de Caracas, mientras Benavides promovió activamente la creación de una compañía privilegiada canaria.
Acción de la Compañía Guipuzcoana de Caracas. Madrid, 10 de diciembre de 1729.
Las negociaciones establecidas por Benavides con las poblaciones amerindias de Florida fueron más significativas que las desarrollados por Bertodano en Píritu y la cuenca del Orinoco. Pero, en ambos casos estas interacciones se dieron en el contexto de una renovada actividad misional. La labor eclesiástica en Indias también fue importante para Álvarez de Abreu, quien apoyó la campaña de secularización de las doctrinas de indios. Álvarez de Abreu y Benavides compartieron además de servicios a la Corona, el ser recompensados con sendos títulos nobiliarios. Benavides recibió el marquesado del Apalache por sus reformas militares en San Agustín, mientras que Álvarez de Abreu fue creado Marqués de la Regalía por haber escrito un tratado defendiendo el derecho de la Corona a percibir los ingresos de las sedes vacantes americanas.
El estudio de las vidas y carreras cruzadas de estos tres oficiales itinerantes resalta la importancia de las lógicas locales y sus interconexiones en el reformismo de los primeros Borbones. Las entradas de este blog tratan de entender los contextos, ideas y dinámicas de las diversas corrientes que apoyaron dicho proceso de transformación imperial desde las experiencias individuales y colectivas de los funcionarios de la Corona. Siguiendo a Lambert y Lester, creemos firmemente que las ‘carreras imperiales’ de los funcionarios itinerantes merecen ser estudiadas, no tanto porque los puntos de vista de estos individuos nos ofrezcan una interpretación más objetiva de las relaciones coloniales, sino porque sus geografías vitales constituyeron en sí mismas importantes conexiones a lo largo y ancho del imperio.[11] Nuestros tres casos de estudios, y sus historias, estuvieron asociados a las reformas militares, comerciales, eclesiásticas y administrativas de una monarquía fragmentada. Así pues, al desarrollar un estudio cruzado de sus carreras y redes sociales es posible apreciar la heterogeneidad de grupos, ideas y experiencias personales que configuraron el reformismo de los primeros Borbones a ambos lados del Atlántico, destacando su naturaleza diversa, compleja e interconectada.
[1] (Abad Ripoll, 2012)
[2] (Vázquez Gestal 2013; Magallón 2016; Premo 2017)
[3] (Fernández Albaladejo 1992)
[4] (Malik 2003; Tuck 2008; Anscombe 2010; Yaycioglu 2018)
[5] (Kuethe y Andrien 2014, 1–194)
[6] (Giménez López 2015; Eissa-Barroso 2016)
[7] (Malik 2003)
[8] (Magallón 2016)
[9] (Morán Turina 1988)
[10] Para una aproximación parecida al reformismo otomano (Tuck 2008). Sobre prácticas de emulación en el imperio español de la segunda mitad de siglo (Paquette 2008)
[11] (Lambert y Lester 2006, 2)
Bibliografía
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Eissa-Barroso, Francisco A. 2017. The Spanish Monarchy and the Creation of the Viceroyalty of New Granada (1717-1739): The Politics of Early Bourbon Reform in Spain and Spanish America. Brill.
Fernández Albaladejo, Pablo. 1992. Fragmentos de monarquía: trabajos de historia política. Alianza.
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