¿Dónde está Wally? Rastreando a Antonio de Benavides (I)

Quienes hemos nacido después de los años 80, así como nuestros  padres y familiares, nos hemos hecho alguna vez la pregunta ¿dónde está Wally? Desde la publicación del primer volumen de la famosa saga de Martin Handford en 1987, generaciones de lectores, en diferentes puntos del globo, han pasado horas buscando a un espigado hombre blanco, con gafas, caracterizado por su particular atuendo a rayas rojas y blancas. Su nombre varía según la lengua y el país en el que se le busque, Charlie en francés, Walter en alemán, Ubaldo en italiano, Ali en turco, y por alguna extraña razón Waldo en EEUU. De alguna manera, los historiadores también pasamos horas buscando pistas que nos indiquen por dónde pasaron nuestros ‘Wallies’, qué hicieron, con quién se encontraron, y porqué actuaron de una manera y no de otra.  Nuestro particular Wally durante el último mes ha sido Antonio de Benavides, quien nos ha hecho reflexionar sobre algunos de los retos que presenta la investigación histórica en vista de las limitaciones para acceder a archivos y bibliotecas a causa de la pandemia.

Reconstruir la trayectoria vital de Benavides en diversos centros urbanos del Atlántico hispano, a lo largo de 84 años, es tan desafiante como encontrar a Wally en todas las enmarañadas páginas en las que se ha escondido a lo largo de sus 32 años de existencia. Antonio de Benavides (1678-1763) fue un soldado canario que luchó en Flandes y la Península Ibérica durante la transición del siglo XVII al XVIII, sirviendo más tarde como gobernador en la Florida, Veracruz y Yucatán, antes de optar por el retiro en Santa Cruz de Tenerife. Las pistas sobre su trayectoria se encuentran dispersas por archivos de diversa naturaleza (civiles, notariales, eclesiásticos, bibliotecas, etc.), en diversos países del arco atlántico (España, Estados Unidos, México), y a escalas que varían desde el nivel nacional al local, pasando por el regional. Encontrar a Benavides se ha hecho aún más complicado ante las restricciones para acceder a estas instituciones. Por eso queremos dedicar las dos siguientes entradas de nuestro blog a la experiencia de rastrear a Benavides en línea, así como a los retos y posibilidades que se ofrecen a los historiadores en tiempos de pandemia.

El ‘ilustre’ hijo de las islas volcánicas

En marzo de 1795, la Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, abrió un concurso público de escritura dedicado a la trayectoria del militar tinerfeño Antonio de Benavides. Un año más tarde, el premio de una onza de oro fue concedido a Bernardo Cólogan y Fallon, un joven de 24 años, descendiente de inmigrantes irlandeses que habían hecho una fortuna mediante el fructífero comercio vinícola canario.[1] Cólogan mostró poco interés en la empresa comercial familiar, concentrando su atención, en cambio, en el mundo literario y natural.[2] Así pues, en 1801, acogería en su casa al naturalista Alexander von Humboldt, a quien dotaría de abundante información sobre la erupción del Pico Viejo del Teide en 1798. Con el tiempo, Cólogan se convirtió en una figura prominente en la sociedad y política canarias, y su biografía de Benavides influiría a anticuarios y entusiastas de la historia de las islas a lo largo de los siglos XIX y XX. El elogio a Benavides escrito por Cólogan contribuiría a la construcción de la imagen de nuestro Wally como un ilustre hijo de Tenerife, imagen que perdura hasta nuestros días. No es accidental que Benavides haya dado nombre a calles en Santa Cruz de Tenerife  y La Matanza de Acentejo; que se haya organizado una serie de eventos por parte el ayuntamiento de Santa Cruz y la Tertulia amigos del 25 de abril entre 2010 y 2012 para conmemorar la restauración de su tumba en la iglesia de la Concepción de Santa Cruz;[3] o el que más recientemente se publicara una novela basada en su vida.[4]

Portada del manuscrito de Cólogan ‘Elogio del Exmo. Sor. Dn. Antonio Benavides’, Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife, Ms. 62. (Nuestro más sincero agradecimiento a la Dr Ana Pérez Álvarez por la imagen).

La biografía de Cólogan fue escrita treinta años después de la muerte de Benavides, siendo hasta donde sabemos la narración más temprana de su trayectoria vital.[5] En sus páginas encontramos las primeras formulaciones de una serie de ‘episodios’ que poco tienen que ver con lo que se constata en la documentación archivística. Muchas de estas historias han sido repetidas hasta la saciedad, e incluso han llegado hasta nuestros días en forma de fuentes divulgativas como entradas de Wikipedia o videos de YouTube. Este proceso de mitificación ha venido a representar un gran obstáculo a la hora de escribir sobre Benavides, y nos ha llevado a cruzar la narración de Cólogan con fuentes de archivo, en su mayoría recogidas antes de la pandemia del COVID-19, tratando de corroborar o desmentir el halo épico que rodea al personaje.

Hasta 1857 el elogio de Cólogan se mantuvo manuscrito, siendo entonces publicado en 8 partes en el periódico tinerfeño El Eco del Comercio. Aunque nos ha sido imposible acceder al manuscrito original, gracias a la compilación y digitalización de la edición de 1857 por la biblioteca de la Universidad de la Laguna, hemos podido constatar cómo la biografía de Cólogan configuró la actual idea de Benavides como ‘ilustre hijo’ de Tenerife.

‘Biografía del Exmo. Sor. Dn. Antonio Benavides escrita por Dn. Bernardo Cólogan…’, El Eco del Comercio de Sta. Cruz de Tenerife, números 578-581, 584-587, 1857.

En su biografía Cólogan nos cuenta que ‘su heroe’, cuya ‘honestidad’, ‘virtud’, ‘afabilidad’ y ‘arrojo’ celebra, nació en la localidad de La Matanza de Acentejo el 8 de diciembre de 1678, lo que hemos podido corroborar mediante las transcripciones y referencias a su acta de bautismo, registro de defunción y testamentos. Estas fuentes también sugieren que Benavides procedía de una familia de terratenientes adinerados, lo que contrasta con la interpretación frecuente desde siglo XIX que sugiere descendía de humildes labradores.

Cólogan destaca las dotes y habilidades que el joven Benavides mostraba para el servicio militar ya desde niño. Para reforzar esta imagen recuenta una anécdota en la que el joven Benavides impresiona a un reclutador del ejército que pasaba por La Matanza. Dicho oficial convencería entonces al padre de Benavides, permitiéndole incorporarse, como cadete, a un regimiento que lo llevaría a la Habana. Éste ‘hecho’ ha sido repetido constantemente por otros biógrafos decimonónicos de Benavides como Agustín Millares, quien afirmó que éste sirvió en Cuba entre 1699 y 1703.[6] Lejos de probar esto, la hoja de servicio de Benavides en 1716 explicita que, hasta entonces, nunca había estado en las Américas y que solo cruzaría el Atlántico hacia el occidente en 1717, ya nombrado gobernador de la Florida.[7] Tanto sus relaciones de méritos, como los registros de su carrera militar, sugieren que nuestro Wally partió de las Canarias en 1692, para servir como alférez en los ejércitos de Flandes.[8] En vez de recibir una serie de ascensos en tan solo cuatro años de servicio en Cuba, como afirman Cólogan y Millares, los registros militares sugieren que durante los once años que estuvo en Flandes, Benavides sólo logró una promoción a teniente de infantería.

Si bien este análisis de los primeros años de su carrera a través de los ‘episodios’ de Cólogan y Millares puede parecer superfluo, es todo lo contrario. Al sugerir que Benavides inició su carrera como cadete, es decir, como soldado noble, Cólogan y Millares equiparan sus cualidades para el servicio militar con una ascendencia ligada a la nobleza. En realidad, Benavides inició su carrera con el rango de alférez, el más bajo grado dentro de la oficialidad militar, con solo 14 años de edad y sin experiencia previa. Esto nos lleva a pensar que su padre probablemente le compró la patente: una práctica común entre familias acomodadas, pero sin orígenes nobles, en el mundo hispano de finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII.[9] Las narrativas localistas y hagiográficas canarias de finales del siglo XVIII y XIX han invisibilizado esta faceta de la vida de nuestro Wally al tiempo que perpetúan eventos ficticios, como la supuesta estancia de Benavides en Cuba.

El caballo (blanco) de Benavides

Con todo, 1703 marcó un antes y un después en la trayectoria vital de Benavides. En su biografía, Cólogan sugiere que en aquella altura Benavides regresó de Cuba a Madrid junto con su regimiento; una vez en la corte, nos dice, el joven canario se distinguió tanto que “el mismo Rey lo llegó a tratar y estimar, y de aquí nació el afecto que siempre le tuvo desde entonces”. De nuevo, los registros de archivo cuentan una historia distinta. Estando aún en Flandes, Benavides participó en la batalla de ‘Ecre’ (sic, por Ekeren) donde fue herido ‘mortalmente’. Este acontecimiento parece haber cambiado el destino y ubicación de nuestro Wally, pues unos pocos meses después, ya en la península, fue transferido al regimiento de la guardia personal del rey, las llamadas guardias de corps.

“Primera compañía de guardia de corps” . Estado Militar, Colección Anne Brown, Rhode Island, USA.

Tras incorporarse al recién creado cuerpo de élite, el cual formó parte de la casa del rey, éste participaría en diversas batallas de la Guerra de Sucesión, cruzando la Península Ibérica de un extremo al otro, al mismo tiempo que escalaba el escalafón militar. Benavides inicia su carrera en el nuevo cuerpo con el grado de ‘guardia’, que equivalía al de teniente en el ejército regular que había adquirido en Flandes. En 1705 sería ascendido a ‘subrigadier’ tras su participación en las campañas de Portugal y Valencia. En 1709 intervino en la campaña de Cataluña, durante la cual Felipe V, quien desde el inicio de la guerra se había granjeado el mote de ‘el animoso’ por liderar personalmente a sus tropas en el campo de batalla, volvió encontrarse más de una vez cerca del frente.[10] Benavides participaría también en el asedio de Tortosa, las batallas de Zaragoza y Villaviciosa, así como el asedio de Campo Mayor, recibiendo un nuevo ascenso, a ‘brigadier’ de la guardia de corps, que era equivalente al rango de ‘capitán’ del ejército regular.

La batalla de Villaviciosa, que tuvo lugar el 10 de diciembre de 1710 en Villaviciosa del Tajuña (Guadalajara, España), es frecuentemente considerada como un punto de inflexión en la Guerra de Sucesión española pues, pese a haber sido un resultado ambiguo, consolidó la toma de Madrid por los filipistas y asestó un duro golpe a las fuerzas del archiduque Carlos. No es extraño pues que, en su biografía, Cólogan utilice la participación de Benavides en dicho encuentro para unir indisolublemente el arrojo de su héroe y el triunfo de la causa borbónica.

En una “esforzada acción digna de nuestro aplauso”, Benavides

Viendo que el Rey se arriesgaba con demasiada bizarría, […] se le acercó para manifestarle el riesgo evidente en que le ponía su incomparable valor; advirtiéndole de que siendo generalmente conocido el soberbio caballo que montaba, blanco particular de sus enemigos, era preciso dejarlo, tomando el suyo, para evitar el peligro; […] cambiando con el fiel vasallo, que montado el de Felipe, apenas se separa para seguir el cumplimiento de sus deberes, cuando un casco de las mil granadas que se le habían asestado, le derriba, hiriéndole en la cabeza

Jean Alaux. Bataille de Villaviciosa. 10 decembre 1710 (1836). Palacio de Versalles. Galería de las batallas.

La narrativa de Cólogan nos induce a pensar que sin el ‘acto’ de Benavides en la batalla de Villaviciosa, el reinado de Felipe V y la propia dinastía de los Borbones españoles habrían sido imposibles. La heroica hazaña de Benavides, y su cambio de caballo, sigue ocupando un lugar central en la mayoría de sus biografías pese a que una vez más no hay evidencia alguna de este ‘acontecimiento’ en los archivos militares o civiles.

Los expedientes y relaciones de méritos de Benavides, sí que recogen su participación en la batalla de Villaviciosa, pero nunca indican que realizara ningún tipo de hazaña, y mucho menos que salvara la vida al monarca, lo cual hubiese sido subrayado, bien por Benavides o por sus superiores, en cada solicitud de merced o ascenso. Es más, no existe evidencia alguna de que Benavides fuese herido en dicho encuentro, o que fuera ascendido a coronel en el campo de batalla, cómo apunta Cólogan en su texto. De hecho, sabemos que Benavides no recibiría otro ascenso hasta 1714, cuando obtuvo el rango de ‘exempto’ de la guardia (equivalente al de coronel en el ejército regular). Y aunque para entonces habría sufrido ‘un grave accidente que le imposibilita[ba] el ejercicio de andar continuamente a caballo’, no hay evidencia de que este hubiera ocurrido en el campo de batalla.[11]

Hemos podido rastrear el origen de las reiteradas referencias al tiempo que Benavides sirvió en Cuba o a que le salvó la vida de Felipe V en la batalla de Villaviciosa al elogio de Cólagan. El cruce de información primaria y secundaria que venimos desarrollando revela el legado del discurso hagiográfico de Cólógan. La literatura sobre la trayectoria vital de Benavides que emergió durante el siglo XIX y XX está íntimamente marcada por la biografía que le dedicó su paisano en 1798. Si bien estas fuentes llegan a ofrecer pistas sobre nuestro sujeto, no debemos olvidar que  también reflejan el peso de discursos localistas o nacionalistas que dificultan la reconstrucción de las experiencias y trayectorias vitales de individuos como Benavides.

Nuestro análisis ha tratado de ilustrar algunos de los retos con los que los historiadores se enfrentan al reconstruir trayectorias vitales, los cuales no sólo proceden de la falta de fuentes primarias, sino también de los mitos que se han configurado a través de documentos posteriores y literatura secundaria. Para poner en perspectiva la mitificación del ‘ilustre hijo’ de Tenerife creada por Cólogan es indispensable recurrir al cruzamiento de varios tipos de fuentes—físicas y digitales, primarias y secundarias, militares y literarias. Sólo así podemos reconstruir las trayectorias vitales de sujetos históricos. Las vidas de personajes como Benavides están tamizadas por las perspectivas localistas y nacionalistas, las cuales dificultan la reconstrucción y análisis de su itinerancia por el mundo hispano de la primera mitad del siglo XVIII, sin embargo la posibilidad de acceder online a documentos cómo el elogio de Cólogan nos llevan a poner en tela de juicio los mitos que planean sobre nuestros sujetos de estudio. Recordemos, pues, que cuando buscamos a Wally las rayas rojas y blancas también pueden ser pistas falsas.

Notes

[1] (Guimerá Peraza 1979). Un proceso similar, en términos migratorios y comerciales, aconteció en la isla portuguesa de Madeira durante el siglo XVIII (Hancock 2009).

[2] (Real Torres 2014)

[3] Queremos destacar el trabajo de los arqueólogos y restauradores Dra. Matilda Arnay de la Rosa, Dr. Alejandro Gámez Mendoza, Dr. Manuel Aldeguer y Dr. Ana Rosa Pérez, quienes en 2010 recogieron en la Memoria de la Restauración de la Lápida del Excmo. Sr. D. Antonio Benavides en la iglesia de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife, la documentación, información arqueológica y actividades realizados entre noviembre y diciembre de ese año como parte de dicha restauración. También merece especial mención la ponencia de Emilio Abad Ripoll, en la asociación Tertulia amigos del 25 de abril, el 9 de enero del 2012.

[4] (Jesús Villanueva Jiménez 2017)

[5] Hemos encontrado referencias escuetas a Benavides en memorias de ilustres canarios y estudios de la historia canaria de la segunda mitad del siglo XVIII, como aquellas escritas por el religioso e ilustrado canario José de Vieira y Clavijo, y el regidor perpetuo de Tenerife Lope Antonio de la Guerra y Peña; pero ninguna biografía extendida hasta la publicada por Cólogan (Viera y Clavijo 1772a; 1772b; Guerra y Peña 1951)

[6] (Millares 1878, 120–36)

[7] AGMM Libro 88, f.86 v. – 87. “Grado de Caballería de Antonio Benavides” 19/09/1716

[8] AGS, GM, Expediente Personal, L.7; AGI, Panama, 172, Ramo V, Doc. 109

[9] (Andújar Castillo 2004, 61–74)

[10] (Kamen 2001)

[11] Sobre su herida encontramos información en AGI, Panamá, 172, Ramo V, Doc. 109. Acerca de los rangos obtenidos durante, y después de la Guerra de Sucesión AGMM. Libro 88, f.86 v. – 87

Bibliografía

Andújar Castillo, Francisco. 2004. El sonido del dinero: monarquía, ejército y venalidad en la España del siglo XVIII. Madrid: Marcial Pons Historia.

Guerra y Peña, Lope Antonio de la. 1951. Memorias: Tenerife en la segunda mitad del siglo XVIII. Las Palmas: El Museo Canario.

Guimerá Peraza, Marcos. 1979. “Bernando Cólogan y Fallón (1772-1814).” Anuario de Estudios Atlánticos 25: 307–55.

Hancock, David. 2009. Oceans of Wine: Madeira and the Emergence of American Trade and Taste. The Lewis Walpole Series in Eighteenth-Century Culture and history. New Haven: Yale University Press.

Kamen, Henry. 2001. Felipe de España. Madrid: Suma de Letras.

Millares, Agustín. 1878. Biografías de canarios célebres: hijos ilustres de las Islas Canarias. Las Palmas de Gran Canaria: Imprenta de Francisco Martín González. http://www.mdc.ulpgc.es/u?/MDC,182731.

Real Torres, Elvira Carolina. 2015. “Del Humanismo a La Ilustración Bernardo Cólogan Fallon.” In Humanismo y Pervivencia Del Mundo Clásico. V. Homenaje al Profesor Juan Gil, / CSIC. Pp.  2229–39, edited by J.M Maestre Maestre, S.I. Ramos Maldonado, and M.A. Díaz Gito, 2229–39. Alcañiz: Instituto de Estudios Humanisticos. CSIC.

Viera y Clavijo, José de. 1772a. Noticias de la historia general de las Islas de Canaria. Vol. 3. En Madrid: En la imprenta de Blas Román.

———. 1772b. Noticias de la historia general de las Islas de Canaria. Vol. 4. En Madrid: En la imprenta de Blas Román.

Villanueva Jiménez, Jesús. 2017. La Cruz de Plata. Madrid: Libros Libres.